POR GLADYS LAPORTE
Tengo treintiocho años, y estoy sano por los momentos, pero hace tres, debido al estrés; porque ni bebo, ni fumo, ni como en exceso, me dio un infarto que arrasó con la mitad de mi corazón, la única opción que me quedaba era un trasplante de mi maravillosa bomba.
La operación aquí en mi país era carísima y no me daban ninguna seguridad de vida. Me puse a buscar por internet y encontré un hospital en Inglaterra que atendía casos como el mío, y le colocaban a uno una bomba de plástico para mantenerlo vivo mientras aparecía un donante. Hablé con mi esposa, con mi mamá y con mi suegra y les expuse el caso y las tres estuvieron de acuerdo con que me fuera a Inglaterra con mi esposa. Mi mamá y mi suegra nos cuidarían los niños.
Vendimos la casa y el carro y sacamos todos los ahorros que teníamos, el dinero lo dividimos en tres y nos lanzamos a la aventura. Lo primero que hicimos fue buscar habitación cerca del hospital y la conseguimos en casa de una señora viuda que nos alquiló dos cuartos con derecho a baño y cocina y a una cantidad muy módica. La señora hablaba francés y en ese idioma se entendía con mi esposa, porque el inglés mío es el de Pepsicola, hot dog y cornflakes y el de todos los pases de básquet y de beisbol.
El siguiente paso fue ir al hospital, allí mi esposa se encargó de todo, porque yo no entendía ni papa. Me hicieron todos los exámenes y me encontraron gravísimo y me inscribieron en una lista de espera. También salía cara la operación y más para mí que no tenía seguro en ese país.
Toda la plata que llevábamos no nos alcanzaba para sobrevivir hasta que apareciera un donante y pagar la operación, más descorazonado de lo que estaba nos fuimos a la residencia y cuando ya nos estábamos preparando para venirnos a nuestra tierra, nos llamaron por teléfono y nos dijeron que había una oportunidad, que tenían que hablar con nosotros. Tempranito a la mañana siguiente llegamos al hospital y nos atendió muy amablemente un doctor que chapurreaba el español y me dijo que había una forma en que la operación me saliera gratis, era un experimento que estaban haciendo, no me daban muchas esperanzas de vida, pero si soportaba la operación y no sufría rechazo, me daban diez años más. Si me quedaba sin probar no me garantizaban que regresara vivo.
Muy entusiasmados preguntamos de que se trataba la cuestión y el médico nos respondió que estaban experimentando con corazones de cerdos, o sea de cochinos. Nos explicó que ya tenían varios años trabajando con esto y había muchos casos exitosos, ya que los órganos de los cerdos son similares a los del ser humano y el tipo de sangre es de donante universal y por este lado no había problemas.
Mi esposa estaba recelosa y me preguntó que pensaba y le contesté:- Si me he de morir de todas formas, me someto a prueba a ver que tal, puede ser que corra con suerte y me salve. Entonces mi esposa le dijo al doctor que yo aceptaba la operación y en seguida me prepararon para la intervención.
Allá la gente no se puede quedar en los hospitales a cuidar a su enfermo, solo van los familiares a la hora de visita y nada de que le lleven a uno comida o frutas, eso está prohibido; uno se queda solito, con los médicos y enfermeras, pero lo atienden muy bien.
Llegó el día de la operación y me dieron un sedante, cuando me pasaron a pabellón ya estaba medio dormido, no me di cuenta de nada, cuando me desperté, los médicos reían triunfantes “mas contentos que chino comiendo moco”. Había sobrevivido al tercer día de la operación y me estaban sirviendo el desayuno. Ellos no podían hacer mucha bulla acerca del trasplante pues estaba en etapa experimental y aún no aprobado por las leyes del país ni por la Organización Mundial de la Salud. A los diez días me dieron de alta, pero tenía que ir a control cada dos días y si me sentía mal solo tenía que llamar al hospital y me mandaban una ambulancia para que me trasladara, me atendieron “a cuerpo de rey” Y lo mejor, no me costó una pulla, porque hasta el albergue me lo pagaron. Quedé en que tenía que viajar y venir a control los primeros tres años.
Ya me toca volver a Inglaterra y estoy en el avión escribiendo estas notas, me siento maravillosamente bien, me desempeño excelente en todas mis funciones. Lo único extraño que siento es que me provoca comer mierda con desespero.
SITIO WEB DE LA IMAGEN: http://www.myspace.com/psico37
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