El blog de Gladys Margarita Laporte de Villegas "La Abuela Cuenta-cuentos de Guarenas,Patrimonio Cultural Viviente del Estado Miranda (Venezuela) Desde Guarenas para el mundo... CONTACTO: en-elocaso@hotmail.com
GLADYS LAPORTE, LA ABUELA CUENTA-CUENTOS
24 de marzo de 2010 — CON MOTIVO DE LAS FIESTAS PATRONALES EN HOMENAJE AL BUEN JESUS DE PETARE, SE REALIZO UNA EXPOSICION EN EL MUSEO DE PETARE, BARBARO RIVAS, EN DONDE TUVO PARTICIPACION LA GRAN CUENTA CUENTOS Y PATRIMONIO CULTURAL DEL ESTADO MIRANDA, GLADYS LAPORTE.
REALIZADO POR: EDUARDO HERNANDEZ P.N.I.: 5.909
MUNICIPIO SUCRE, ESTADO MIRANDA, VENEZUELA
03/2010
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viernes, 7 de mayo de 2010
EL HOMBRE QUE HACÌA MÙSICA CON EL VIENTO
En una isla del Caribe vivía un hombre que se dedicaba a recoger canutos de bambú, los cortaba de diferentes largos y los vaciaba en el centro. Luego, hacía una especie de troja amarrándolos uno tras otro y quedaban como una inmensa armónica. Después la trasladaba a un rincón de la isla donde se encontraban los cuatro vientos y, en esas noches de luna llena, se podían escuchar los raros conciertos que llegaban ¿Del Norte? ¿Del Sur? ¿Del Este? ¿Del Oeste? Eran de una belleza sin igual. Jamás se había escuchado una música semejante en ninguna parte del mundo.
El músico vivía solo, es más, él creía que era el único que vivía sobre esa tierra. Un día llegó del mar pero no recordaba cómo. Por las mañanas pescaba y en la tarde tumbaba cocos y como tenía muy poco que hacer se entretenía dándole vueltas a los bambúes y así iba creando nuevas melodías.
Un día los habitantes del centro de la isla decidieron ir al sitio de donde provenía la música. Pero ¿Cómo ir? ¿Qué dirección tomar? Entonces formaron cuatro comisiones que se dirigieron a los cuatro puntos de donde provenían tan dulces conciertos.
Los habitantes llegaron al Norte y no encontraron nada, sólo al viento que ululaba en las palmeras y así mismo los que llegaron al Este, al Oeste y al sur. ¡Nada! Nunca notaron las armónicas de bambú que estaban colocadas justo en los puntos donde soplaban los vientos. Y, al no verlas, en ningún momento podían imaginar que de esos simples, pero bien hechos armatostes, pudieran salir tan exquisitas melodías.
Los vecinos de la isla no pudieron ver al hombre que hacía música con el viento porque éste se encontraba pescando en el mar. De repente, en la tarde, cuando ya retornaban, soplaron los cuatro vientos y pudieron oír la sonata de cerca. Buscaron con ansiedad y quedaron perplejos al ver que los maravillosos sonidos se producían dentro de los bambúes en el juego con el viento.
-Es obra del hombre- Se dijeron, e hicieron campamento.
En la noche, el hombre llegó y le ofrendaron su amistad. Y le dieron a aquel lugar una nombre de honor: “Los bambúes que cantan con el viento”, declarándolo patrimonio de la isla.
¡Y colorín colorao, este cuento se ha acabao!
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