EL GALLITO PRETENCIOSO

Hace mucho tiempo, en una granja de Guarenas nació un gallito rojo muy hermoso. Sus padres estaban muy orgullosos de él y sus dueños, más aún. Era muy fino y muchos peleadores de gallos se acercaban a ver la pinta del gallito y ofrecer grandes cantidades de dinero al dueño, a quien no le faltaban ganas de venderlo, pero la esposa no quería.
-Este gallito despertará a la aurora, todas las mañanas.¡Y se queda en la casa!- Exigía.
El pollito cada día se ponía más pretencioso. Nunca le habló a nadie y a todos los habitantes del corral los veía por encima del ala. Cuando ya estaba creciendo, el gallo mayor del gallinero, pensaba:
-!Ah, cuando el gallito cante, yo iré a parar a la olla del sancocho¡-
Un día, sobreponiéndose a la humillación, el gallo mayor le dijo al gallito:
-Tienes que entrenar la voz para ver como cantas, si quieres te enseño-
El gallito pretencioso lo miró con desprecio y no quiso contestarle. Con tongoneo caminó hasta el tanque de agua de la granja, para verse. Le gustaba su reflejo en el agua, el color de sus plumas, el rojo altanero de su cresta.
-¡Soy el mejor gallo de todos los corrales de Guarenas!- Se decía.
Pasó el tiempo y al fin llegó el ansiado día en que el gallito rojo debía despertar a la aurora. La noche anterior se subió a la rama más alta de un árbol y desde las tres de la madrugada intentó elevar su canto, pero lo que lograba era cacarear como una gallina.
-¡No le salía voz de gallo, ya que nunca había practicado!
Y ni siquiera sabía si tenía voz, pues nunca había hablado con nadie. Pero como era pretencioso, creía que estaba superando con su cacareo a todos los gallos del mundo.
-¡Hoy, la aurora se levantó más temprano con mi divino canto!- Se decía, batiendo las alas.
Como a las seis de la mañana la dueña se levantó y paró la oreja para oír el¡kikirikí! del nuevo gallo.
-¡Que vá! Sólo se escuchaba un agudo ¡Cocorocó!-
El ama, cuando se dio cuenta se puso muy brava. Fue y buscó una china, apuntó y le disparó una piedra al gallito pretencioso que cayó patas arriba:
-¡Alguien me ha herido por mi canto celestial!¡Envidiosos!- Pensó.
Y esa tarde, en la granja de Guarenas, la familia comió una rica olleta de gallo pretencioso, adornada con papas y unas sabrosas ruedas de cebolla.
Y colorín colorao este cuento se ha acabao

Mi nieta Amanda lloró con este cuento y le escribió un poema:
Este gallito lindo no puede morir
Y mucho menos comido con ruedas de cebolla
Este hermoso gallo de tan hermoso porte
Debe cantarle a un rey y a toda su corte
Vamos a ayudarlo para que cambie de parecer
Y cante muy amable con su kikirikí como debe ser