En Mucusís hay un barrio al que llaman Punta Brava y allí solo viven unas diez familias que son parientes entre sí y todos son cotudos (son personas que sufren de inflamación de la glándula tiroides y les crece una especie de bolsa en el cuello y en el pueblo lo llaman coto).
Como son así nadie quiere casarse con ellos y entonces se casan unos con otros y nacen más cotuditos. Entre todos en un rancho alejado, vivían cinco señoritas viejas cotudas, que bordaban lindísimas prendas de organdí y encajes para las novias del pueblo, con eso era que se mantenían.
También sabían hacer trabajos de magia y brujería, por dichos motivos la casita se mantenía muy visitada por las mujeres del pueblo. Una vez llegó una rica mujer solicitando un servicio de maleficio. La vieja les contó que su hija una rica heredera, había ido a estudiar a la capital, que había dejado a su novio, un joven rico y buenmozo, quien le prometió esperarla, pero el muchacho se enamoró de una pobre muchacha del pueblo y el domingo próximo iban a casarse, ella quería vengarse de la joven, por haberle quitado el novio a su hija, que pagaría muy bien por el trabajo.
Las señoritas que sabían quien era la novia; porque había mandado a hacer su tocado con ellas, le dijeron a la mujer que se fuera tranquila que ellas sabrían que hacer y que el domingo vería el resultado.
La boda se iba a celebrar por la mañana, durante la misa del domingo, la iglesia estaba de bote en bote y cuando entró la hermosa joven se veía como tambaleante, pero todo el mundo pensó que era por los nervios.
La boda se iba a celebrar por la mañana, durante la misa del domingo, la iglesia estaba de bote en bote y cuando entró la hermosa joven se veía como tambaleante, pero todo el mundo pensó que era por los nervios.
Cuando llegó al altar donde la esperaba el novio cayó al piso cuan larga era y cuando se acercaron vieron que estaba muertecita, la llevaron al hospital y al desvestirla para hacerle la autopsia el médico vio cuando le quitó el velo que del moño de pelo salía un enorme alacrán que estaba enredado en los tules del tocado. El bicho la había picado numerosas veces inyectándole su veneno y le causó la muerte a la muchacha. Toda la gente estaba consternada pues la jovencita era muy apreciada.
La vieja que había ordenado el trabajo estaba muy asustada por lo sucedido y se fue a la casa de las señoritas de Punta Brava a llevarles el dinero prometido. Cuando llegó al ranchito salió la más joven de las señoritas a atenderla y tenía la cara espantosamente blanca como empolvada de harina. La mujer estaba aterrorizada porque ella solo quería echarle una broma a la joven, pero no esperaba que muriera, esto le dijo a la bruja quien le contestó que ella no había especificado lo que quería y que por lo tanto ellas había obrado en consecuencia, pero estaba muy arrepentida porque sus hermanas estaban agonizando en el cuarto y ella se sentía muy mal. Le pidió que se llevara su dinero y que no volviera por allí más nunca.
La mujer se montó en su carro y cuando agarró la curva de la Vuelta del Diablo se fue por el barranco y se mató en el fondo del mismo Y dicen los que las han visto, que el Día de los difuntos a las diez de la noche, se ven las cinco señoritas de Punta Brava, corriendo arrodilladas detrás de una bella novia y dicen que la vieja no sale porque se la llevó el diablo en cuerpo y alma.
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